Seguramente haz escuchado la expresión: ¡Qué mantequillita eres! Sino, te lo explico. Dícese en el lenguaje pintoresco y popular del Caribe; con influencias europeas y americanas, en mi mundo así se le llama a la gente súper sensible, poco tolerante a la crítica y que se le dificulta lidiar con problemas o fuertes discusiones porque piensa que todo es personal creyendo que todo gira alrededor de ellos.
Como crecí entre machos dentro de una narrativa de “igualdad y justicia”; mi madre no quiso tener diferencias. Si mis hermanos se iban fuera de la casa, allá me iba yo a jugar con los nenes largas horas en la calle, me vestía como mis hermanos, corría skateboard o la mongoose de mi hermano mayor y en algún momento “moreyboggie” (una “gremo” full).
También entre eso innato, jugaba a las muñecas, bailaba sin parar encerrada en mi cuarto y tenía posters de Menudo, etc. Entre aires de peste a sudor de recreo y perfume de strawberry shortcake, había una pestecita que me hacía aguantar el aire y me repetía: “Tienes que hacer más”. No es que me lo dijeron pero si había un mensaje subliminal en mi entorno que 30 años después comprendí.
A modo de cuchufleta, entre esa dualidad mi madre para darme un poco de elegancia me regaló un curso de modelaje para que al menos supiera maquillarme y caminar en tacos. Recuerdo salir de las practicas los sábados en la mañana con mi ajuar de chancletas, pantalones cortos y traje de baño para ponerme tacos, lipgloss y ropa de mi mamá para verme decente en la clase de modelaje del desaparecido Complejo Deportivo Escambrón a la Academia D’ Rose en Santurce. Eso sí, como dice Gloria Trevi always con el #PeloSuelto.
So, entre disyuntivas y afirmaciones generacionales, presiones sociales me metí en la cabeza en trazar un plan maestro para de estudiar (ahora me percato que siempre hago un plan cada vez que finalizo una etapa); pero para eso debía nadar para obtener beca y pagarme estudios; la economía de mis padres influyó tanto en mi vida que desde muy pequeña diría 13 años buscaba formas de ganar dinero para no pedirle a mis padres. Toda una comerciante que bañaba perros, limpiaba casas, carros y hacia babysitting a las vecinas con niños que no querían dormir.
Desarrollé una habilidad para enfocarme y puedo revelar que es mi clave para no ser tan mantequillita. Y es que… esa vocecita que no es mi madre me dice “Tienes que hacer más”. Me pongo a especular ¿quién me exige tanto? Mis Yos, definitivo. A eso le sumas el cerebro; un órgano totalmente maleable y cambiante según las particularidades del entorno; y entre eso multiplicas lo que representa la cultura, historia, sociedad, herencia de nuestra especie, genética, formación, desarrollo individuo o lesiones cerebrales, es una relación interdependiente entre el cerebro y nuestra conducta. Asimismo puede ser manipulable y engañado afectando nuestras conexiones con las emociones y estas a partes físicas de nuestro cuerpo según la narrativa de referencia que tengamos. Por eso se tiene que aprender, modificar y evolucionar sino se hace, nos quedamos atascado dejando que todo nuestro alrededor nos afecte como también nuestras oportunidades en la vida. Reconozco que hay heridas muy fuertes que conducen a estos niveles de sensibilidad altamente tóxicos, asimismo deben ser enfrentados aprovechando la coyuntura de la experiencia para reflexionar nuestro camino. El Universo se confabula de formas misteriosas por más malo que sea. Hay una realidad en todo, que hay que superar las adversidades.
El primer paso es sanar sus conflictos a través del perdón y aceptando los miedos que provienen de ese almacén del subconsciente. Una forma de sanar es a través de la reconciliación. Si expones tus emociones, decisiones y aptitudes ante las situaciones pasadas, eso permitirá entender el subconsciente y transformarlo a un consciente con seguridad y en control. Es como cuando dos amigas se pelean se dicen las cuatro verdades y luego vuelven como antes.
Si usted está bien su alrededor estará bien; de lo contrario, seguirá transmitiendo sus miedos a las próximas generaciones. No me gusta la narrativa de “sobrevivientes” me gusta llamar al concepto Guerreros, como dice Paulo Coelho; suena más auténtico. Las cicatrices físicas o emocionales son experiencias vividas que manifiestan la calidad de ser humano que estás hecho y crea una armadura sólida que trabaja para sus sueños y metas.
A veces hay permiso para ser sensible o estar a la defensiva pero el limite está cuando no afecte nuestro funcionamiento en decisiones para enfrentar la vida o cuando empiezas a herir a otras personas. Todos hemos sentido hostilidad, desconfianza, discrimen; si dejamos que esas vocecitas tomen control entonces no estamos contribuyendo a un mundo mejor para nuestros hijos. Ahora bien, que si la mantequilla se derrite un poco está bien lo importante es no dejarla desaparecer o desintegrarse, póngala en la nevera un ratito para que vuelva a ser sólida otra vez.